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26.7.07

extrañaré

las citas en el parque, de madrugada, cuando llovía
las caminatas trazadas desde google earth
los oxxos
los proyectos de café
las fiestas donde todos conocían a todos
los fotologs los domingos en la mañana (ya con las fotos del sábado en la noche)
los hiding places
la invocación (y evocación) de todo tipo de desastres naturales
los buffettes de sushi y más parques
las campañas de póster media
El elevador de Plaza Río
Internet (esta semana)
(...)
A mí me gustaría haber conocido a Albert Camus en persona. Traducciones aparte, en sus novelas la voz narrativa (desde el personaje principal) se escucha más o menos igual que mi voz interior.

good bye clock train,

ya no sabré cuando sean las 8am, 5pm, 8pm, 11pm, 2 am, 5 am...

digitígrados

Los seres humanos somos plantígrados, es decir, al desplazarnos apoyamos nuestro peso a lo largo de toda la planta del pie. Sin embargo, entre nosotros, es común encontrar uno que otro digitígrado, hombres o mujeres que al caminar se paran sobre todo en los músculos frontales del pie, sin apoyar jamás los talones. Digitígrados, como los zorros, lobos o perros, linces y demás felinos, animales silenciosos y veloces, personas que caminan de puntitas.

24.7.07

dos personajes

I hated the way she acted, unfamiliar to everything popular or vulgar: taking her time to use the microwave; asking about the program we were watching on TV; laughing out loud out of regular jokes as if she were listening to them for the first time; and fascinated by everything we did, with a pretended curiosity, like if she had descended from heaven itself, outer space or whatever, all pure and naive, uncontaminated. There she stood over the rest of us, with this fictional attitude made up not to fall, I believe, in the pathetism of the unexciting everyday life; the denigrating routine of desk jobs, the dehumanizating transaction of selling our time to corporate affiliation.

a the end of the world is near feeling

Una cosa es cerrar capítulos: hacer un cierre-ritual de una época de la vida demarcada subjetivamente como tal. Otra cosa, sin embargo, es ver por todos lados cómo las cosas se acaban. Seguramente lo único que pasa aquí es que he estado atribuyéndole al mundo exterior mi estado de ánimo. No big deal. Pero es interesante lo que esta experiencia de supuesto mundo supuestamente llegando a su fin te hace pensar.

Por lo pronto, el sentimiento se ha instalado en mis órganos. Mi estómago, por ejemplo, lo siento pulsar constantemente. Tenso, como si quisiera advertirme de un peligro. La garganta también, apretada. El corazón, ni qué decirlo, sobrecogido todo el tiempo. Cuando era niña, tuve un conejo blanco al que vi morir después de que algo, por accidente, le golpeara la nuca. Los ojos rosas iban tornándose grises y la respiración era cada vez más agitada. Nunca olvidaré ese gesto de franco temor ante la inminencia de la muerte. ¿Es posible que yo -sin ningún peligro real al acecho, sin ningún padecimiento mortal- tenga el pulso acelerado y la mirada fría, helada, ante la inminencia de la vida y, por lo tanto, de la muerte?

Últimamente he pensado mucho en lo infinito de la existencia humana. No que crea en la supervivencia del alma a la muerte del cuerpo. Más bien pienso en el tiempo subjetivo y el peso, o el pesar. La hora de la angustia: ¿no es siempre interminable? Probablemente el terror en la cara de la pequeña mascota no fuera exactamente el miedo de morir sino una súbita consciencia plena de su propia existencia y también del carácter finito de ésta Y esos escasos segundos de agonía los haya vivido tal vez como una eternidad completa, no por el largo del tiempo, sino por la intensidad de la emoción vivida, la plena consciencia de sí y de lo que experimentaban sus sentidos.

La filosofía existencialista nos exalta a no alejar de nosotros el sentimiento de angustia y esa súbita consciencia de uno mismo en el mundo. En cambio la cultura que se forja en el día a día al rededor de nosotros nos distrae. El mundo social, incluso, promueve esa distracción para no tener que experimentar él mismo (en unidad y colectivamente) tal desasosiego. ¿Pero por qué es este sentimiento necesariamente indeseable? ¿Es que la vida que se vive cual si uno fuera un objeto, la vida corta, objetiva y sin temerarios saltos hacia la profundidad del vacío... es una experiencia más grata?

¿No será posible un estilo de vida, y más aún, una cultura que albergue en lo más profundo de sí esa realidad ineludible, y que todo lo que se constituya sea sobre esa absoluta consciencia del carácter finito de la vida humana y no, como vivimos ahora, en un rechazo que es contradictorio e incompatible y que provoca tantas otras dolorosas contradicciones en el mundo como la pobreza aniquilante o la opulencia insatisfactoria?

I know that what i’m saying has already been said many times. Y, justamente, como dice Camus: nunca nos asombrará lo bastante que todo mundo viva como si nadie “supiera”.

19.7.07

A beautiful silver day

Feeling rare, though, with one foot in heaven and the other in... But taking care of it, I must say. I only wish that

I'll never ever ever grow this old again.

16.7.07

little boy

Todas tenemos a un chico dentro, en el fondo o no tanto. Cuando yo descubrí el mío, fue tan intenso que casi se apodera de mi vida por completo. Es la parte de mí que ignora todo sobre lo femenino, que se queda mirando con ojos cuadrados, sin entender. Conmosionado en ese no entender. "Lo femenino" es sólo una aproximación de lo que quiero decir. Y espero que se entienda desde un principio que no sólo estoy hablando de mujeres aquí. De todos modos eso no me importa tanto. Sólo quería decir que mi chico está castigado en un rincón, mirándose los zapatos. Está ahí porque yo ya no quería tener problemas. Lo mandé al rincón, supuestamente, mientras los resolvía. Y ahora que él está lejos, incluso inaccesible, me doy cuenta de que no había tales. Y estoy tan aburrida que me aburro. Nunca pensé decirlo pero extraño la neurosis. Maldita autocuración (pero dio resultado.)

13.7.07

(more) On waste

No apto para creacionistas.

Hace millones de años no existían las formas de vida complejas. Luego estas pequeñas bacterias marinas que transformaban el Co2 y el Agua en carbono orgánico y oxígeno comenzaron a multiplicarse. Fue así que el planeta se llenó del aire y especies animales. Eras y eras de vida compleja desaparecieron con aburrida lentitud bajo capas y capas tectónicas. Luego llegamos nosotros, complejos hasta la neurosis, con la propiedad de convertir el oxígeno en Co2 y la materia orgánica —mediante complicados procesos tecnificados— en materia inorgánica. Y ya hemos sobrepoblado el mundo. Me pregunto si la consciencia de especie necesariamente previene la extinción. Cuál será el rostro y la constitución de la siguiente forma de vida, la que necesita de nuestra basura (que tan afanosamente generamos) para existir. Y si los dinosaurios se verán finalmente reivindicados (a la mala). Es decir: ¿en qué clase de utensilios desechables emplearán la materia derretida de nuestros huesos?

De alguna manera, mi escencia es la gravidez.

No sé cómo explicarlo.

UGH II

Hablamos de las posibilidades infinitas de combinar la igualmente infinita cantidad de los elementos que ya existen. Pero lo que no se dice es que sólo una de esas posibilidades crea algo de avanzada: el siguiente peldaño por el que escapamos hacia arriba lejos del mundo que, a excepción de esta escalera, se derrumba, autotraga, fosiliza y combustiona (a su propio ritmo, no rush). El 99% de las combinaciones restantes son, precisamente, basura.

H. E. L. P.

Hoy me siento como un envase de plástico calentándose al sol en el basurero, medio cuerpo sepultado entre otros insoportables polímeros. Reniego de mi naturaleza: indegradable al mismo tiempo (¡vaya contradicción!) que desechable. ¡No resisto la idea de la resistencia en el tiempo! Rezo todos los días por otra bienmercida catástrofe nuclear.


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4.7.07

La vida sin dlink

I

Como bloquearon el Internet, me puse a limpiar y empacar mis cosas. No sabía que tenía tanto amor por los objetos tridimensionales. Además hice una lista de todos mis amigos (de pronto se hizo absolutamente necesario). Mejor dicho, de las personas que voy a extrañar. Desde que terminé la secundaria tengo esta extraña costumbre de empaquetar todos los objetos de una época para empezar la siguiente. Para vivir la ilusión de que empieza una nueva. Pero nunca había sido tan real como ahora. Me llena de emoción y hace que el pasado brille a la distancia: después de todo, me siento satisfecha, pienso. No especialmente satisfecha, más bien grata. Me doy cuenta de que tengo esta relación especial con el mundo. Eso me hace perder el miedo a casi todo. La convicción de que no puedes morir simplemente porque eres el héroe de la película (hint: me gustaría ver una película en la que el héroe muera y el mundo siga). No me toca juzgar si es una buena o mala película, si es la mejor en su estilo, coherente, relevante. He decidido portarme sólo como el personaje, por algún tiempo al menos. Se siente bien, aunque me hace volver a ser un poco demasiado emocional. Cuando era niña solía contemplar a las personas que me rodeaban e imaginar cuando ya no estuvieran en mi vida (mi familia, mi perro, mis amigos…). He vivido muchos duelos anticipados. Es lo que yo llamo nostalgia por la nostalgia. No sé. Tengo esto desde siempre y ahora, después de mucho tiempo, vuelvo a dejar que me domine. Hasta ahora todo va bien.

II.

Antes que el toque de queda se apodere de la ciudad y que la gente termine de dispersarse Oudi y yo iremos a tomar unas cervezas a los lugares más inconvenientes de mty como en los mejores momentos de mi era Harakiri. Al día siguiente tal vez vaya al trabajo con mareos, accesos de sueño y la sangre hormigueándome. Pero por la noche, mientras estoy viva como en esos sueños donde estás especialmente observador, todo tendrá sentido.

P.S. Estoy planeando las despedidas. Estoy cerrando las puertas para no permitirme regresar pues mi nostalgia anticipada casi hace que no me vaya del todo (esto ya ha pasado antes, actually).

III.El Proceso, algunos años después.

Desde que compré este libro en una librería de viejo ese día del 2003 junto con Molloy, ambos por $50.00, no había podido leerlo. Después del prólogo de Saramago, todo aparecía frente a mí como cadenas de palabras que no terminaban de activar imágenes en mi cabeza. Soy demasiado renuente a las descripciones… lo pueden notar en la forma que escribo. Es una deficiencia, ya sé. Pero ahora, tal vez a falta del suministro cotidiano de imágenes mediáticas, la novela está prácticamente aconteciendo en mi cabeza. Esto no me sorprende en absoluto, lo que me pasa es que empiezo a notar el orden de las cosas: en el mundo de Josef K. como en el mundo de hoy, y de todos los años entre estas dos épocas. Y veo eso que otros han descrito: que la vida no hace sino seguir un patrón, como en todas las formaciones naturales (como en las estalactitas, los copos de nieve, el los sedimentos, etcétera). Así explica Jung los arquetipos y al hecho de que toda la diversidad humana pueda, finalmente, dividirse en types o categorías (idea, para muchos, controvertida en la que, sin embargo, yo creo desde mucho antes de leer a Jung). Siempre me pregunto lo que opinaría Sartre de Jung y viceversa. Yo, parece que me contradigo siguiéndolos apasionadamente a ambos. Supongo que trato de encontrar un punto en el que sus respectivas teorías se intercepten. Supongo que cuando digo que estoy buscando algo y que no sé qué es, se trata precisamente de ese específico punto…

IV. Flocks.

Siempre imagino que en las ciudades de primer mundo la gente se mueve como en parvadas. No como ovejas, sino como parvadas. Que la diferencia entre allá y acá es que aquí estamos desorganizados e incomunicados. No puedo esperar más para sentirme parte, por un tiempo al menos, de un gigante. Pienso que la individualidad no necesariamente se pierde en esos momentos específicos en que uno se comporta no en masa, sino en flock. Y estoy leyendo a Hobbes para ver qué encuentro. Últimamente siento fascinación por dinosaurios, monstruos marinos, y otros entes de proporciones gigantes. Encuentro una tendencia de algunas sociedades a erigirse sobre algo así (de proporciones gigantes)… tal vez sólo sea un efecto visual mediático pero, precisamente, es lo que quiero comprobar.

1.7.07

Algunas notas sobre el impulso creador (escritas desde la angustia y ostentando a great deal of subjetividad).

"en Leonardo sus afectos eran domeñados, sometidos a la pulsión de investigar. No amaba ni odiaba, sino que se preguntaba por qué debía amar u odiar." -Sigmund Freud sobre Da Vinci.

I. El mundo como es

Pocas veces la vida demanda algo de nosotros: un esfuerzo mayor, una atención especial sobre algún asunto. La mayor parte del tiempo todo reposa en su sitio, con inalterabilidad que debería parecernos sospechosa[1], y en cambio pasa desapercibida. Lo peor es que tal estabilidad podría confundir a algunos y hacerlos pensar que la felicidad es eso. A ellos (¿debería incluirme?) pregunto: ¿Alguna vez te has sentido sólo una repetición de la vida de otros? A veces uno lee una noticia o ve en el cine un documental que afirma que hay algo más en la realidad que los acontecimientos que vemos todos los días. A veces uno se altera por esto y se propone investigarlo a fondo. Pero la cotidianeidad crece más rápido que una trepadora para obstruir la vista. De alguna manera, a pesar de confiar en que el mundo que hemos atisbado es, para ciertos efectos, verdadero, no se siente ninguna urgencia por vivir en este "afuera", por trasladarse a él. Se puede (nuestros padres lo saben bien) vivir una vida entera sin que los conflictos de los demás realmente nos afecten. A parte, acostumbrados a que nuestro estilo de vida se vaya degradando de poquito en poquito, alegamos sencillamente que las cosas son así y que no van a cambiar nunca. Casi nadie piensa que posiblemente, nuestro estilo de vida -heredado y todo-, y lo que cuesta mantenerlo así: inalterable, es justamente la causa de los crímenes que en todo el mundo cometen unos hombres contra otros. No sabemos, de todos los clicks que damos a nuestra computadora en un día, y los botones que oprimimos una mañana de oficina; cada llave que se abre, cada descarga de la taza del baño, cada tarjetazo en una tienda, cada viaje en automóvil, camión, metro; cada quitar la envoltura de jabón, galletas, papel de baño etcétera.... No sabemos lo que ocurre detrás de cada una de estas operaciones y cuando alguien sugiere la inconveniencia de estos pequeños actos tenemos que decir: entonces no hay manera de solucionarlo.

II. La cercanía del fin

Crecimos viendo en la televisión películas y caricaturas que hablaban sobre el fin del mundo. Casi todas tenían un mensaje que pretendía ser preventivo, conscientizador. Pero ahora es evidente que tuvo un raro efecto contrario: una juventud acostumbrada a la proximidad del fin. Por calmar nuestro terror de niños, terminamos por aceptar el Apocalipsis como un destino no tan malo (rather spectácular). Somos ahora parte de una juventud que desconoce, incluso niega la idea de futuro más allá de una catástrofe mundial. O, ¿alguno de nosotros se ha pronunciado alguna vez en nombre de las próximas generaciones? No. Ni siquiera nos preocupa tener descendencia. Nosotros somos la próxima generación y la próxima. Pretendemos ser siempre jóvenes, divertidos, irresponsables. Hay quienes han demostrado que se puede vivir siempre así: son nuestros héroes, nuestros libertadores.

III Sobre la profundidad de nuestras observaciones

Así como la vida no nos llama a hacer nada heroico, tampoco nos pide crear nada. Más bien espera que seamos voraces consumidores de lo que ya existe, de lo que se produce industrialmente. Incluso, entre nosotros nos apabullamos: decimos ante cualquier propuesta: eso ya se ha hecho antes. Y, sin embargo, si alguien pretendiera pararse en la cima de todo lo creado, no llegaría a ella a lo largo de toda su vida. A menos que se escriba desde alguna posición consagrada, se espera de todos los incipientes creadores una obra original, y no se valora tanto el hecho de que sea propia. No sé si esto sea necesariamente malo. Sólo quiero decir que este panorama de sobreoferta ahoga muchas veces el impulso creador. Pero esto sólo significa que uno debe explorar mucho más a fondo de sí mismo, pues como decía Hobbes acerca de la naturaleza humana, Bachelard acerca de la imagen poética y Jung sobre las formas arquetípicas, sólo se puede alcanzar la universalidad (y, raramente, tal vez también la originalidad) en el punto más lejano hacia el interior de uno mismo.

IV Sobre el impulso creador

(Va mi idea un poco controvertida.)

El impulso de crear no llega antes que la inspiración. Esta última es el resultado de una operación cotidiana: la asimilación del mundo por medio de una visión propia; percepción especial, auténtica. Esa visión, ese filtro especial -el ojo literario, diría Paty Laurent- no es otra cosa que la subjetividad, que unos consiguen asumir y otros se esfuerzan por apaciguar (con la intención de encajar en una normalidad, un estándar).

El que asume la propia subjetividad libera su imaginación y la deja hacer. Esto no es exactamente crear. Incluso, llegar a este punto, podría decirse, es un promedio. Sólo las personas más patéticamente nefastas reprimen a tal grado su subjetividad que no tienen un mundo interior (propio).

Dichas imaginaciones por sí solas no producen ningún afán por ser comunicadas. Pero sí, en muchas ocasiones, el de hacer algunos garabatos para complacerse (el propio autor) con ellos. Todavía ningún llamado a crear una obra que se pueda compartir con los demás. En algunos casos, sin embargo, esos garabatos tienen una forma más o menos comunicable. En casos extremos -no muy raros- estos primeros intentos llegan a constituir verdaderas obras maestras, como después son juzgadas). Algunos lograrán especializarse en su garabateo, de forma que a lo largo de toda su vida experimenten un sano flujo entre consumir y producir. Guiados por su intuicion (tienen estrella, alguien diría) son creadores. Aunque trabajan siempre desde el irracional y no se preocupen nunca por entrenar el consciente. Para otros, sin embargo, estos inocentes esfuerzos tendrán el catastrófico efecto de vaciarle de todos sus valiosos insights (idea robada a Ayn Rand, a quien, no sé por qué, casi detesto leer).

El impulso de crear, por otra parte, viene forzosamente de la angusita. Tomar consciencia de que uno va a morir y con él, todas esas preciosas imágenes, teorías, definiciones... De que va a morir sin dejar una huella y que en la suma de todos los siglos de esta particular era, su paso por el mundo será apenas rastreable.[2] Me refiero al impulso de crear, de materializar lo que existe como una vaga impresión en nuestra mente. De convertirlo en casi un objeto que se puede compartir con otros: un mensaje en código capaz de decifrarse.

Esta afán es el impulso creador: nos obliga a hacer muchas cosas como comprar un canvas, una laptop, abrir un blog. Pero incluso este impulso preocupante es fácilmente diluido entre los acontecimientos de una tarde. Uno puede salir a dar una caminata, tomarse un café, o arreglar una cita: entonces la angustia se diluye. El temor a morir sin dejar huella es sustituido por una experiencia de vida que envuelve todo: sentidos, afanes, placer. Como si la inmortalidad que se consigue (pretendidamente) en la creación de un original, fuera completamente intercambiable por un momento de completez. Decimos incluso que hay personas que hacen de su vida un arte, por su habilidad de proveerse a sí mismos la oportunidad de vivir momentos así de forma habitual.

Así, del genio creador común (posible para todos los hombres) podemos descartar a quienes reprimen su mundo interior, a quienes se detienen en su garabateo (no así los que se especializan en él), y a quienes diluyen esta urgencia en el arte (bien o mal practicado) de vivir. De todos ellos, sólo el primero me parece condenable. Los otros dos me parecen congruentes con lo que significa ser un humano, e incluso, bajo cierta luz, admirables.

IV Sobre la creación (o, ¿creíste que sería gratuito?)

No se puede crear desde la posición del que vive. Uno debe declararse muerto para todo otro efecto. Hay que disponer las cosas para estar fuera de los acontecimientos cotidianos, incluso para estar lejos de otras creaciones en cuyo regusto podría diluirse el afán propio. No lo digo por otra cosa, más que la experiencia propia de ver mis propios impulsos diluirse a medio camino entre la inspiración y la creación. A menudo el mundo parece decir: todo está bien, nadie está esperando nada de ti. Gracias a los medios de comunicación, la tecnología, la proliferación de escuelas de arte en los países industrializados, dice, la tuya es una generación de creativos. ¿Así que, por qué molestarse? Por el contrario, nos hacen falta espectadores y consumidores. Y tu tienes cara de que eres uno de ellos. Así el mundo nos dice que no somos necesarios. Se vuelve indiferente hacia nuestra existencia. Tal como la naturaleza es indiferente al quehacer del hombre (la belleza ocurre en cada atardecer, aún si no hay nadie cerca para apreciarlo). En este punto, la única isla cercana parece ser el de la resignación. Aceptar esa cosa que tiene pinta de felicidad, aunque no lo sea. La alternativa es seguir nadando, aferrarse a los impulsos, a la angustia. La alternativa es herirse uno mismo, sangrar. Destruir todo al rededor, toda otra posibilidad de existencia. Incluso si, luego de años de sacrificio, volverá uno a encontrarse en medio de la nada. Hay, por último, quienes toman esta decisión que resulta, como toda gran empresa, irracional desde un principio. Para ellos (¿podría incluirme?) digo que vale la pena una vida de privaciones a cambio de un sólo objeto creado, por minúsculo que sea. Y que esto también es completamente humano.



[1] Hace pensar que tenía razón Parménides al explicar que el cambio es una fantasía (es imposible que el no ser sea, por lo tanto, no existe un vacío hacia donde pudiera ocurrir el cambio). Hace pensar que la Grecia clásica jamás existió, que los libros están escritos para ejercer el engaño. Hacen pensar, volver a pensar, que la subjetividad lo es todo. Que el mundo (aún aquello que apenas concebimos) es un invento nuestro: mío. Que soy el único sujeto consciente, y todos los demás forman parte de la conspiración.

[2] Ahora, mientras lo planteo en términos de eras, el sentimiento de la angustia me empieza a parecer ridículo.