Labels

conocer (51) en entre (26) pix (8) cita (6) colección (3) escribir (2) fenomenon (2) song (2)

29.4.09

small connection: entrelazando la colonia entera para comunicarnos utilizando dos vasos

Cambiamos las noches por las madrugadas y ahora deja mensajes por debajo de mi puerta como los que dejaba al principio en mi lócker. Cuando salgo a desayunar con papá la imagino en el parque, quedándose dormida ahí porque en casa no concilia el sueño. Por el balcón le hablo cuando va de regreso. Ahora que somos vecinas, vecinas fijas, la cantidad de cosas que podemos hacer juntas. Pero lo hacemos poco a poco porque cosas nos dan miedo. Pero no tenemos mucho tiempo. Yo no tengo tanto tiempo. Ella va a irse. Se va a llevar a sí misma muy lejos de mí. Y: ya tuvimos esta conversación el otro día en la sala de mi casa. Le hice leer el cuento de Hermana Herminia y le advertí que yo me desquiciaría igual si no la encontrara. A veces siento que no sólo la quiero a ella, sino a alguien más junto con ella y que le amor de gente del pasado regresa a mí por medio de ella. Y ella dice que conoce a Minerva de antes, que no se acuerda de dónde pero que sí. Y me confunde. ¿Será posible? ¿Podría ser que yo esté presente en la vida de quienes ya no están conmigo por intermediación de otros? Sería un consuelo que así fuera. Y una barbaridad, también, que estas cosas pasaran. En la fotografía ella está mirando por la ventana del camión, mientras atravesamos una barda pintarrajeada de gris. Tomé esta foto porque pensé que así se vería al marcharse. Porque no quiero que se vaya tan pronto. Por que la veo y la extraño mucho, mucho.

24.4.09

como individuo. como masa.

Conocí a un hombre. Su vida consciente es un derrumbe a favor de un universo privado. Y a una mujer que, sepultada adentro de sí misma, interconecta tuberías para dar sentido a aquello a lo que se acerca ciegasordamuda. Ellos no se conocen aún. Y la vida del diario tiene tan poquito qué ver con cualquiera de los dos. Pasan delante de mí sin percatarse. Yo que siempre estoy sentada junto al ventanal, tal como me explicó papá, imaginándome en el tren que me trajo hasta aquí. Anáhuac es tan plano. No hay picos y cuando va a llover los nubarrones bajan hasta pocos metros del terragal por el que arrastro los holanes desde las 06:45 am en primavera. Por aquí pasan a veces; sin embargo ese hombre y esa mujer se quedaron en la ciudad cuando yo me vine a vivir al rancho en la casa desaparecida, la de los adobes infestados de caracolas y el ventanal hasta abajo con el marco de madera podrida. Me vine despacio en un tren que ya no pasa para corroborar lo que dicen los libros acerca de las constelaciones y los ciclos de la luna, los cambios de estación y el nacimiento de los animales. No quiero abundar en ello pero sigo pensando aquella idea del año pasado acerca de hechos a los cuales aferrarse: que hay pocos. Y aún el crepúsculo y el álba son la letra a de mi enciclopedia para factchequear. Observo. Mi padre tiene 4 años. Y yo vine a suplir una ausencia, lo cual siempre me ha parecido lógico, porque sé que tengo mucho, o todo de la que se fue. La que empezó de nuevo cuando ya tenía una vida hecha. La que tuvo dos vidas y ninguna entonces. Y que en una concibió a un niño que por siempre tendría cuatro años. Y en otra a una mujer y a un hombre.